Interior de la Iglesia de Santa Cruz, antigua catedral de Cádiz.

Y así va Cádiz y en sus iglesias y conventos durante los años venideros cuando el oro y la plata y el mármol y la caoba llegaban en los galeones de ultramar a sus muelles, cuando la ciudad era un hervidero de pícaros, truhanes, rufianes, esclavos casi libertos, morenos, loros, mestizos, cuando los genoveses y venecianos ocupaban las bellas mansiones construídas durante el siglo XVII, cuando éstos, agrupados en sus cofradías, buscaban el patrocinio tanto de Santa María y San Jorge, en su rica capilla de la vieja seo o los vizcaínos rezaban al precioso relieve de la Coronación de Ntra. Sra., la singular obra del escultor Palatano, en su capilla, también, de la antigua catedral.

Y los italianos se congregaban en San Francisco bajo el amparo de la Virgen de Loreto y allí, también, los portugueses y los flamencos y mientras, retablos y esculturas ya genovesas ya napolitanas, iban llenando los espacios de los templos de ricos mármoles, jaspes y bellas maderas ricamente trabajadas.