Foto: © E. Christian Moreno En los últimos años, la incorporación de la mujer a las agrupaciones del carnaval ha ido en aumento. Lo que en un principio fue sólo para hombres es hoy día un marco donde todos tienen cabida, como nos lo demuestra esta bella corista gaditana.

El Carnaval de Cádiz, debido a la situación geográfica de la ciudad, en tiempos nexo de unión entre Europa y las Américas, está marcado por matices peculiares y contrapuestos, que le confieren un alma y sentir propio. Las primeras manifestaciones del Carnaval gaditano las podemos datar allá por los siglos XVII y XVIII. En aquel tiempo, Cádiz tenía el monopolio del comercio con América y a la ciudad vinieron a instalarse un gran número de comerciantes genoveses, venecianos y franceses, los cuales trajeron consigo sus lujosos bailes de máscaras y disfraces. A esto se unió la influencia americana, que el comercio cn Cuba y la zona de las Antillas producía, cuyos sones de guajiras, habaneras y guarachas eran interpretados por las calles de Cádiz por las tripulaciones de los barcos venidos del otro lado del océano.

Esta doble raíz del Carnaval de Cádiz le confiere su carácter peculiar y diferente de otros de la península.

A partir de 1850 se tienen referencias de las primeras agrupaciones y comparsas, que durante el Carnaval van cantando por las calles sus coplas. En 1937 el Carnaval es prohibido y la fiesta se sume en un letargo. A principios de los años 50, surgen las llamadas "Fiestas Típicas Gaditanas", sucedáneo del Carnaval un tanto controlado. Finalmente, en 1977 se recupera el Carnaval como hoy lo conocemos, con todo su esplendor y su espíritud de libertad y diversión, devolviendo a la calle su papel de eje y centro de la fiesta.