En 1694, ya viudo de su esposa doña Francisca del Águila, fallece Antonio Suárez siendo sepultado en la iglesia catedral el día 23 de mayo del referido año en la tarde, con oficio de cruz alta. Parece y así consta, que el platero vivió en la calle de la Pelota en una casa perteneciente al Colegio de la Compañía de Jesús. La partida de enterramiento dice que recibió los Santos Sacramentos e hizo testamento.

Digamos, por tanto, en honor de Suárez como de Saavedra, que la influencia del retablista se ve en la custodia en su primer cuerpo, el más acabado y pensado. Sin olvidar, por supuesto, las influencias de tres grandes como son Alonso Martínez (1616-1668) -la imaginería del retablo mayor de la vieja seo gaditana-; Pablo Legot (1598-1671) y Jacinto Pimentel (1605-1676) -el Señor de la Humildad y Paciencia y otras obras para los agustinos de Cádiz-, todos contemporáneos del platero y cuyas opiniones sobre la construcción de la gran alhaja pesarían en la mente del viejo maestro que comienza su más importante obra cuando contaba ya con cincuenta y cinco años de una vida no excesivamente fácil de trabajo.